Charla "Aquellos tarcos azules..."

Charla "Aquellos tarcos azules..."
Sara Mrad (Madres de Plaza de Mayo, Filial Tucumán), Dr. Julio Rodríguez Anido (conferencista) y Prof. Gustavo Cortés Navarro (AHONA), durante la Charla de Rodríguez Anido "Aquellos tarcos azules", S.M. de Tucumán, Noviembre 2009

martes, 14 de diciembre de 2010

Historia Oral: de la crítica a la moda intelectual desmedida

       Hoy he recibido un mail de mi colega, el Licenciado Rubén Kotler, alertándome de lo siguiente: "te robaron la idea". Era un link acerca de lo que se está haciendo desde la Universidad Nacional de Tucumán acerca de la historia de los barrios:  "El proyecto de voluntariado universitario denominado “Paisajes Barriales: Patrimonio social, memoria e identidad en los barrios de la ciudad de San Miguel de Tucumán”, comentaba la nota. "Los trabajos estuvieron coordinados por alrededor de 50 personas entre docentes y estudiantes de la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo (botánicos, arqueólogos, arquitectos, museólogos, cineastas y fotógrafos)". Ningún historiador tucumano participa de este proyecto.
       Esto es lo que le conteste a mi colega y a otros compañeros historiadores:
 "En realidad nadie le roba el proyecto a nadie. El problema es que la Historia Oral, sobre todo en los barrios, lo están realizando numerosos profesionales de muchos ámbitos académicos (arquitectos, naturalistas, pedagogos, profesores y licenciados en Letras -quienes se ocupan de la "oralidad" y no de la HO, etc.) El problema es que desde el ministerio de Educación, tanto nacional como provincial, alientan a las escuelas a realizar historia de los barrios como una forma superadora del proceso enseñanza-aprendizaje, mezclando muchas ciencias (lo que se conoce como transversalidad) que para un historiador, en mi opinión, no sirve para nada. Y esto no lo digo sólo yo, lo dice César Tcach, Romero, Hugo Quiroga, Waldo Ansaldi y muchísimos grandes historiadores argentinos. Mi trabajo es pura y exclusivamente, Historia Oral como creo que se la debe realizar. Lo que pasa conmigo, y con muchos colegas profesores universitarios expulsados de la academia, es que al no tener el título de licenciatura o algún posgrado, siempre vamos a estar deslegitimados por nuestros colegas dentro de la universidad, quienes creen que hacen bien sus investigaciones, defendiendo ideológicamente lo indefendible."

       Si bien para el trabajo histórico sobre el Barrio Sur realizado junto a mis alumnos fue un esfuerzo que salió, como dije en otra oportunidad, de mi bolsillo. Y no lo estoy diciendo sólo por una cuestión económica y que rédito podía haber tenido sino como una acción comprometida y militante, dando el ejemplo a mis alumnos, sin ayuda presupuestaria de la institución a la cual represento (por ende sin ayuda del Ministerio de Educación). Por suerte, para mi gusto, es más reconfortante ver el trabajo concluido con nuestro esfuerzo que después deberles favores a terceros.
       Pero el gran problema en este país es que parecería ser que cualquiera puede hacer historia. ¿Qué es la memoria e identidad para un naturista o para un estudiante de cine? ¿Sólo con leer un libro de historia, en forma narrativa -favoreciendo el discurso académico a los especialistas en literatura quienes sostienen que la historia es solamente una narrativa y no una ciencia que tiene, como dijo alguna vez Edward P. Thompson, lógica histórica- se puede dar un riguroso análisis del pasado? ¿O sólo la idea facilista y descomprometida que llevó al discurso de la historia tradicional, repetido hasta el día de hoy por muchos docentes, decir que la historia hay que contarla (y enseñarla) como un "cuentito"?
      En Tucumán, la Historia Reciente es criticada y esquivada por la academia. Y si llega a la década de los '70, es para cerrar solamente la del '60, no para ahondar más. Y la HO, es mucho más resistida, por la veracidad del dato histórico (como si un archivo escrito también no fuera subjetivo y en muchos casos no seamfidedigno). Ahora, los historiadores que apelamos a la HO estamos realizando, parafraseando al investigador salteño Rubén Emilio Correa, "la creación de una fuente que nos permita continuar con nuestra averiguación del pasado reciente". Cosa que la academia, o sea, los historiadores vinculados a las cátedras de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, los becarios del CIUNT y CONICET tucumanos, entre otros proyectos de investigación, niegan, rechazan o aceptan parcialmente esta metodología de investigación. 
Ahora bien, si estos "historiadores de carrera" no lo hacen, alguien lo tiene que hacer. Entonces aparecen estos científicos (quienes no son cientistas sociales), aprovechando el presupuesto de la UNT, -o como lo podrían ser los proyectos ministeriales dentro de los establecimientos educativos  -tan de moda en las escuelas secundarias, dirigidos en su mayoría por la casta de pedagogos de nuestra provincia- para realizar estos proyectos (que no está mal que se lo realice, pero no por cumplir con actividades que ya estaban presupuestadas y hay que justificar los gastos o por hobby) ...  ¡hagamos HISTORIA en serio señoras y señores!
          También aparece, ya para terminar, otra idea mal encaminada: se cree que haciendo investigaciones sobre Historia Reciente se aprende historia... ¿Y las nuevas investigaciones de Antonio Aninno, Noemí Goldman, Marcela Ternavasio, Marta Bonaudo, entre otros, donde queda? Para aprender historia, también debemos actualizarnos. Pero no con los cursitos o postítulos dictados desde el Ministerio que son un lindo negocio, sino desde la lectura y aprendizaje serio por parte de los docentes, investigadores y estudiantes de historia. Conocer los nuevos conceptos históricos es importante, pero saber volcarlos a la comunidad lo es más. Un problema que aparecen en los docentes secundarios que enseñan Historia es la falta de conceptos básicos o del conocimiento de los procesos históricos, fundamentales para la enseñanza de esta ciencia. Claro el problema para estos docentes es "estudiar" y así clarificar sus falencias. Pero no, recurren a los asesores pedagógicos para que estos le den "enesimas" estrategias pedagógicas que no van a la raiz del problema, o sea, la falta de estudio de su ciencia. Entonces, colegas, van a continuar apareciendo contadores, abogados, ingenieros, letristas, plomeros, gasistas, etc (sin discriminar estos oficios) que van a contar la historia del barrio, del club, de la escuela, de la provincia, del país, porque muchos de nosotros no lo pueden hacer por resistencia al estudio y la renovación de conceptos. En otros casos, mientras que los historiadores académicos nos  seguiremos juntando en congresos, simposios, jornadas (bien cerradas) a aplaudirnos entre nosotros o entre ellos, en el caso de que sigan sin reconocernos por estar fuera de la universidad.

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